COMUNICACIÓN COMUNITARIA EN
PANDEMIA
COMMUNITY COMMUNICATION IN THE PANDEMIC
Edgardo Gabriel Knopoff,1 Julieta Chiarelli,1 Agustina María Marconi,1 Víctor Miguel
Ángel Liotine1
1 Área Programática del
Hospital Piñero.
AUTOR PARA CORRESPONDENCIA
Edgardo Knopoff. Correo electrónico: dotor_k@yahoo.com.ar
Los autores manifiestan no
poseer conflictos de intereses.
Resumen
El proceso comunicativo es
esencial para la vida en sociedad. Durante la pandemia de covid-19 vivimos un
momento de crisis sanitaria nunca antes visto. Se tomaron medidas de urgencia
para generar dispositivos de alerta, detección, acompañamiento, cuidados,
prevención y búsqueda activa de casos. Los equipos de salud cumplimos un papel
fundamental, no sólo en la asistencia y contención del paciente y sus
familiares, sino también en la comunicación social e interpersonal. Comunicamos
una cultura de cuidado de prevención y promoción, informando y sensibilizando a
la comunidad sobre las necesidades de protección de la salud, respondiendo a
inquietudes, aliviando el miedo, afianzando la confianza en las instituciones
conocidas y ampliando la capacidad de autocuidado por parte de los integrantes
de dicha comunidad, elevando su capacidad de comprender el problema en cuestión
y de accionar sobre él. Es responsabilidad sanitaria dirigir el proceso de comunicación
en salud. La comunicación adquiere no sólo un valor en el orden social, sino
además un importante valor terapéutico y preventivo. A partir de la necesidad
percibida en el territorio surgieron nuevas formas de comunicación para
invertir las lógicas vigentes, buscando profundas transformaciones en la
cultura de la comunicación en el territorio y elaboramos un nuevo modo de
pensar estos procesos. Comunicar cuál es el producto del trabajo en el
territorio y de esa manera generar una apropiación de lo producido localmente
fue para nosotros como equipo un desafío desde un principio, y logramos
sostenerlo en el tiempo y desde el comienzo de la pandemia. Así entendida, la
comunicación aportará a la construcción de un derecho ciudadano, cumpliendo con
el mandato democrático de aumentar la participación.
Palabras clave. Pandemia, información, comunicación, territorio.
Abstract
Communication processes are essential for society
life. During
the covid-19 pandemic we experienced a unique health crisis, never experienced
before. Health services had to quickly adapt. Fast measures were taken to
generate plans of alert, detection, support, care, prevention, and active case
trace. Health teams play a key role, not only in the care and support of the
patient and their families, but also in social and interpersonal communication.
We spread the culture of prevention and advocacy care, informing and raising
awareness of health protection needs, responding to concerns, relieving the
fear, strengthening trust in known institutions and increasing their self-care
capacity, both adding to their ability to understand the problem and also to
take actions. It is a responsibility of the healthcare system to lead
communication processes. Communication gains value not only socially, but also
as a therapeutic and preventive action. From the perceived need in the field,
new forms of communication emerged to reverse the current logics, seeking
profound transformations in the culture of communication in the field; we
developed a new way of thinking these communication processes. Spreading what
is the product of field work and being able to generate an appropriation of
what is locally produced was a challenge from the beginning for this team.
However, we managed to sustain it in time and from the very beginning of the
pandemic. Understood as such, communication will help develop and strengthen
citizen’s rights, fulfilling the democratic mandate to increase community
participation.
Key words. Pandemic,
information, communication, field.
ARK CAICYT: http://id.caicyt.gov.ar/ark:/s26184311/zp0tl2320
Todos los procesos de comunicación se realizan entre
seres humanos, entre personas. El proceso comunicativo es esencial para la vida
en sociedad: permite que las personas se expresen y compartan información entre
sí, establezcan relaciones, lleguen a acuerdos y sean capaces de organizarse (1).
La
comunicación siempre es importante, pero alcanza una significación particular
en tiempos como los que vivimos durante 2020, de aislamiento social, preventivo
y obligatorio. Si en la época contemporánea los medios adquieren centralidad en
la vida de las personas y de las comunidades, mucho más en situaciones de
crisis y cuarentena. La comunicación es la manera de mantener el vínculo social
indispensable para la vida de las personas –insistimos–, más importante aún
cuando todas las certezas tambalean.
Ya
en 1986, en la 1a Conferencia de Promoción de la Salud, la Carta de Ottawa (2) planteó la necesidad de integrar la comunicación como
elemento transversal de los programas y acciones de educación para la salud y
promoción de la salud. Esta idea fue retomada en 1990 en la 23a Conferencia Sanitaria Panamericana (3) y en la
Declaración de Yakarta en 1997 (4). Ambas hicieron hincapié
en la comunicación social como elemento fundamental para la formación básica de
personas, familias y comunidades, y plantearon la necesidad de campañas de
comunicación social promoviendo la responsabilidad de la población (5).
Dentro
de los diferentes tipos de comunicación está la comunicación de riesgo. La
misma es definida por el Ministerio de Salud de la Nación como “la estrategia
comunicacional integral y planificada que acompaña la gestión de riesgo frente
a determinada amenaza de emergencia o desastre”. Sus principales objetivos son
propiciar la participación de todos los sectores involucrados, promover el
conocimiento y la comprensión de los riesgos e integrar a la población en el
proceso de manejo del riesgo (6,7).
El
31 de diciembre de 2019, China notificó la detección de casos confirmados por
laboratorio de una nueva infección por un nuevo coronavirus de 2019, conocido
en inglés como SARS-CoV-2. La evolución de este brote motivó la declaración de
la Organización Mundial de la Salud de una emergencia de salud pública de
importancia internacional, en el marco del Reglamento Sanitario Internacional.
En la Argentina, para principios de abril de 2020 se detectó circulación
comunitaria viral.
No
estábamos preparados para lo que vendría. Se tomaron medidas de urgencia para
preparar respiradores y camas de terapia intensiva. Asimismo, nos preparamos
para muchas más cosas, entre ellas, reforzar el primer nivel de atención,
generar dispositivos de alerta, detección, acompañamiento, cuidados, prevención
y búsqueda activa de casos. Nos abocamos a aprender cómo se usaban los
elementos de protección, pero también de comunicación, de lazo social para
evitar la discriminación, fortalecer la contención, el acogimiento, la conexión,
la información y la humanización de todos los dispositivos, tanto los de salud
como los de otros sectores que actúan en el territorio, y de los que formamos
parte por la convicción y la necesidad de incluir la perspectiva de salud y
cuidados en todas las políticas territoriales.
En
una crisis es importante aprovechar la experiencia y los conocimientos para
anticipar respuestas y así disminuir daños. El “esperar e ir viendo” no es una
actitud apropiada. Es importante anticiparse razonablemente, basados en los
conocimientos que sí tenemos con la urgencia que la crisis requiere. Para
mejorar el acceso oportuno de los afectados por covid-19, implementamos
estrategias para reformular nuestras instituciones, nos refuncionalizamos como
profesionales e inventamos nuevos dispositivos. Los equipos de salud cumplimos
un papel fundamental, no sólo en la asistencia y contención del paciente y sus
familiares, sino también en la comunicación social e interpersonal. Parte de
ese rol implica comunicar una cultura de cuidado, de prevención y promoción,
informando y sensibilizando a la comunidad sobre las necesidades de protección
de la salud, respondiendo a inquietudes, aliviando el miedo, afianzando la
confianza en las instituciones conocidas y humanizando y acercando los nuevos
dispositivos. Este trabajo realizado y sostenido en el tiempo por los equipos
interdisciplinarios de salud territoriales fue de gran valor en un momento de
crisis y desconcierto global.
La llegada de la covid-19 nos sumió en una crisis
inédita, por su magnitud y expansión, y afectó todo nuestro sistema sanitario;
desde una perspectiva de derechos humanos resultó de gran importancia
garantizar una atención de calidad para toda la comunidad, especialmente a la
que nos corresponde atender en nuestra área de incumbencia. El Área
Programática del Hospital Parmenio Piñero cubre una de las zonas más grandes y
vulnerables de toda la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA), con una
población de aproximadamente 335.000 personas, distribuidas en 35 kilómetros
cuadrados. Comprende gran parte de las comunas 7, 8 y 9 y una pequeña parte de
las comunas 6 y 10. Abarca gran parte de los barrios populares de CABA, con
realidades heterogéneas y necesidades diversas. La problemática de nuestra área
es compleja y desigual, y vuelve necesario consolidar lazos sólidos entre los
diferentes efectores que la conforman. Los
equipos de salud recorren este territorio pesquisando, controlando contagiados,
realizando focos epidemiológicos, generando triage de accesibilidad a
los distintos centros de salud, vacunando, asistiendo, articulando redes con el
segundo nivel. Ante los desbordes de las circunstancias sociales, sus miembros
fueron afianzando su contacto directo con su comunidad y las organizaciones barriales,
generando dispositivos comunicacionales para la prevención, la información de
atención y el acompañamiento, llevando a cabo acciones tendientes a aumentar la
autonomía de los usuarios, ampliando la capacidad de autocuidado, tanto
mejorando su capacidad de comprender el problema en cuestión como de accionar
sobre él (8).
Una
de las dificultades percibidas por los equipos de salud y la comunidad fue la
falta de información certera y precisa sobre lo que estaba pasando en los
barrios en términos de enfermedad y peligro. Los rumores se instalaban
lentamente en el territorio, y ante la ausencia de información oficial, el
rumor comenzaba a tomarse como un hecho verídico, no por su veracidad, sino
porque responde a una necesidad de información del público. El rumor o rumores
no atendidos oportunamente pueden elevar innecesariamente la percepción de
riesgo de la población (9). La comunidad espera información,
y los vacíos de información pueden llevar a conclusiones o toma de decisiones
inapropiadas o fuera de tiempo (1). La falta de información
confiable y la proliferación de rumores concomitantes, sumadas al temor que
generaba la crisis, llevaron a agigantar la percepción de riesgo y generaron
reacciones de discriminación, desconfianza y persecución que llegaron a
tornarse peligrosas, repitiendo escenas de segregación, tal como las describe
Albert Camus en su obra La peste.
Es
responsabilidad sanitaria dirigir el proceso de comunicación en salud, y no
podíamos esperar una comunicación oficial que no llegaba. La comunicación
adquiere valor no sólo en el orden social, sino también en el terapéutico y
preventivo. Nadie puede ser feliz en la ignorancia y mucho menos si se trata de
lo que acontece con su propia salud (10). En términos de
construir comunidad y confianza, la comunicación es un conector y constructor
cultural, es una herramienta de unidad dentro de las comunidades que permite
establecer una identidad y parámetros culturales.
En
materia de comunicación, tampoco estábamos preparados como sociedad para
afrontar esta pandemia. El sistema de medios argentino no estuvo a la altura de
las exigencias de la crisis y ello se puso y se pone en evidencia con la
cobertura noticiosa que los medios hicieron de la pandemia. El sistema
mediático generó caos, desinformación, desconfianza en las medidas de cuidado
del Gobierno y en la ciencia, al tiempo que se publicitaban tratamientos
alternativos o fórmulas mágicas contra las infecciones. Los grandes medios ni
siquiera sirvieron para colaborar con la educación de nuestres niñes, niñez de
la que tanto hablan. Ni siquiera estuvieron a la altura de las radios de 1940,
aquellas que transmitían los contenidos educativos por radio, dada la
imposibilidad de los estudiantes para concurrir presencialmente a la escuela
durante la epidemia de poliomielitis (11).
Además,
y salvo pocas excepciones, el sistema de medios invisibilizó una vez más la
realidad de los más pobres, que, al mismo tiempo, fueron y son las principales
víctimas de la pandemia. Se habla de los pobres y de la pobreza para la
anécdota, el color y la victimización, pero no para la comunicación,
información y cuidados.
Entre
las muchas alertas que despierta la pandemia, hay que contabilizar también la
falta de una acción efectiva del Gobierno local para asumir que la comunicación
comunitaria en salud ocupa un lugar central para el trabajo comunitario. Dicha
comunicación comunitaria es tan importante porque expresa lo local, lo cercano,
lo próximo, y porque es la única que pudo transparentar las necesidades de las
víctimas y transformar en significaciones la subjetividad de quienes padecen la
inequidad, sumada a los dolores de la pandemia.
Diversos
estudios han demostrado que la comunicación en todos los niveles, masivo,
comunitario e interpersonal, cumple un papel importante en la difusión de
conocimientos, en la modificación o reforzamiento de conductas, valores y
normas sociales y en el estímulo a procesos de cambio social que mejoran la
calidad de vida (12).
Comunidad(es)
Es necesario detenernos un instante para entender
los sujetos públicos con los que necesitábamos entretejer conversaciones,
tomando el aspecto decisivo –estratégico– de los procesos de organización,
participación y cambio social, que implican intercambios, confrontaciones,
negociaciones y construcción colectiva del significado de la experiencia humana
(13).
Tenemos
una comunidad (o varias) a la que atendemos, constituida por los pacientes, sus
familias, los vecinos, las organizaciones sociales, religiosas, políticas,
institucionales y gubernamentales que pueblan nuestro territorio, en el cual
somos gestores y responsables del cuidado de la salud. La proximidad y la
respuesta a las demandas de salud nos legitiman cotidianamente, a la vez que el
aislamiento y la cuarentena hicieron necesario un trabajo de justificación y de
intercambio de información entre el poder y la sociedad (14).
También
tenemos una comunidad de trabajadores de salud, con unos 700 compañeros y
compañeras que conforman equipos, y tenemos la responsabilidad de conducir y
compartir; esto es el departamento Área Programática de Salud del Hospital
Piñero, con sus múltiples efectores, centros de salud, consultorios médicos
barriales, salud escolar, farmacias, redes y programas de salud. Habitamos en
una comunidad más amplia, que es el Hospital Piñero, con más de 2000
trabajadores de salud, y del cual nuestro sector forma parte en forma más o
menos integrada entre niveles de atención y redes programáticas.
Somos
parte integral de una comunidad docente de la Universidad de Buenos Aires,
enseñamos Salud Pública, Salud Mental, y Bioética. La enseñanza de las carreras
de la salud tiene una fuerte inserción en la práctica institucional, y nuestro
equipo asistencial cumple una importante función docente, integrando la
docencia con la asistencia; entonces formamos parte de una comunidad
universitaria con la que intentamos compartir nuestro trabajo, discutir y
conceptualizar las acciones en salud, al tiempo que trabajamos en red con otros
equipos de similares características en hospitales de CABA y la provincia de
Buenos Aires, por lo que la comunicación es parte de nuestra cotidianeidad.
Somos
parte integrante de una comunidad médica, científica y universitaria más
amplia, a la que también debemos dar cuenta e informar, porque somos parte
activa de la producción científica en salud. Así es como muchas de nuestras
producciones se vieron en jornadas o congresos y consideramos que también
forman parte de un diálogo importante para producir conocimientos. Y a su vez,
algunas de nuestras comunicaciones sirvieron para entendernos con medios de
difusión o comunicación masivos.
Territorio y
comunicación
A
partir de la necesidad percibida en el territorio, surgieron nuevas formas de
comunicación para invertir las lógicas vigentes, buscando profundas
transformaciones en la cultura de la comunicación territorial y elaborando un
nuevo modo de pensar estos procesos (15). La confección y
difusión por parte del Área Programática del Hospital de un boletín
epidemiológico con información oportuna, sistemática, ordenada y
científicamente validada fue la respuesta a esa necesidad y plasmó el dinamismo
del momento sanitario que estábamos transitando. La confianza era clave en la
crisis, por lo cual diseñamos dispositivos diversos de comunicación, pensando
en las comunidades descriptas, sustentados en una ética de la solidaridad (16).
Intensificamos
la comunicación con los trabajadores y trabajadoras del Área Programática a
través de reuniones periódicas, chats, encuentros virtuales, con jefes y
líderes de cada equipo. Establecimos responsabilidades epidemiológicas con
referencias claras; acordamos protocolos de funcionamiento para triage y
búsqueda activa de personas con síntomas y/o contactos estrechos, revisamos las
formas de relación con la comunidad; fortalecimos los canales de comunicación
alternativos, ya que si bien existían páginas informativas, nuestro contacto
mayor es o era presencial; participamos de reuniones y de los comités de crisis
en Barrio Ricchiardelli, Villa 20, Villa Cildañez y Barrio Carrillo; nos
vinculamos con comuneros y jefes comunales en forma directa, y con muchísimas organizaciones
territoriales e instituciones locales. Generar confianza nos permitió
consolidar redes intersectoriales con iglesias, bomberos voluntarios, escuelas,
centros de formación, comedores, merenderos, hogares, centros de detención,
comisarías, puestos de gendarmería, clubes, centros de alojamiento, entes de
higiene urbana, la Comisión de la Vivienda, centros de primera infancia y
locales de partidos políticos. Se conformó un tejido conectivo vivo que
diligenciaba datos, recursos, estrategias y acciones solidarias de prevención,
promoción y asistencia.
La
información epidemiológica suele dirigirse de abajo hacia arriba, sobre todo en
los últimos años en CABA, en una sola dirección, sin devolución a los que la
producen y mucho menos a los vecinos u organizaciones locales. Nos propusimos
democratizar la información para comunicarnos con los barrios, organizaciones e
instituciones. Nos encargamos de dar cuenta de nuestro trabajo en extensión, y
también a nuestros colegas del ámbito científico. Cada trabajador de salud de
nuestra Área Programática y del Hospital Piñero debía tener acceso a la
realidad que estábamos viviendo y construyendo en forma colectiva. Nos
planteamos iluminar el trabajo que cada día se lleva a cabo en el primer nivel
de atención y en los nuevos dispositivos, pero también quisimos mostrar la
realidad que se vivía al interior del hospital, en términos de ocupación de
camas y de evolución de los recursos y los afectados. Habíamos creado nuestro
boletín De nortes y de sures hace unos años, que en estos momentos se
desplegaba con todo su potencial de contribuir al derecho del acceso a la
salud, en el que, por supuesto, incluimos la información en salud.
De
manera esencial, la información es parte de un proceso continuo que comienza
con el dato, el que se convierte en información y pasa a ser conocimiento, que
al comunicarse contribuye al desarrollo de las personas o de la sociedad en sí.
Su vía de relación es un sistema de comunicación que posibilita la meditación y
transmisión de la información. Es importante identificar la comunicación como
un conjunto de palabras, ideas, mensajes o discursos que desde diferentes
formas expresivas aportan información y conocimiento (17).
Comunicar cuál es el producto del trabajo en el territorio y de esa manera
generar una apropiación de lo producido localmente fue para nosotros como
equipo un desafío desde el principio, y logramos sostenerlo en el tiempo y
desde el comienzo de la pandemia. Poner a los equipos territoriales en el
centro de la escena devolviéndoles los datos que ellos mismos producen nos pone
a disposición como equipo epidemiológico local, al frente de viejos reclamos
profesionales. Difundir datos a partir de un boletín epidemiológico que llega a
todos los efectores también nos permite hablar de medidas de prevención y
acciones de promoción para distintos equipos de trabajo y sus particularidades
locales.
Desde
el comienzo de la pandemia llevamos emitidos más de 35 boletines
epidemiológicos con números y gráficos locales, útiles para una política
territorial, acompañados de medidas de cuidado y protección de los trabajadores
de salud en su conjunto, devolviéndoles a todos los efectores de salud lo que
producen con su trabajo y la posibilidad de apropiarse de su esfuerzo. Esfuerzo
que hasta el momento sólo funcionaba en una única dirección (para arriba), y
ahora vuelve a los protagonistas locales como lo propio. La utilidad que
nosotros, como colectivo de salud, le damos a la información epidemiológica no
sólo cumple con que los trabajadores se apropien de lo que producen, sino que
también es necesaria en la articulación intersectorial e interinstitucional.
Las organizaciones no gubernamentales, iglesias, comedores barriales y todas
las instituciones locales que participan en el territorio deben tener a su
disposición datos epidemiológicos para generar estrategias conjuntas de
prevención, promoción, asistencia, acompañamiento, y reducir la incertidumbre,
innecesaria en el contexto actual (18).
La
comunidad es la verdadera protagonista de los cambios y las transformaciones
necesarios. El empoderamiento de los olvidados, vulnerados y marginados por
sistemas económicos, políticos, sociales y culturales les acerca datos que
reflejan sus realidades y estos los ayuda a comprenderlas. Son los miembros,
líderes y conductores de esos colectivos sociales los que toman en sus manos
los datos sobre cómo está la salud de su comunidad. Son los trabajadores de la
salud los que recorren el territorio junto a ellos, día a día, los que conocen
los niños que se convierten en adultos a través del tiempo y los que
constituyen territorialidad con características particulares y singulares. La
información epidemiológica deja de ser sólo un instrumento de eruditos para
convertirse desde un equipo de salud en una herramienta para la comunidad.
En
una sociedad donde reina la sobreinformación también subyace la desinformación
como la otra cara de la moneda. Una de las funciones fundamentales de la
atención primaria de la salud, desde sus principios, es empoderar y hacer
aparecer las voces silenciadas por la vulneración a la que son sometidas. Es
parte de nuestra responsabilidad aportar a la salud colectiva, que no sólo
permita ejercer la libertad, sino que aporte a fortalecer la democracia, la
diversidad y la pluralidad.
Con nuestra llegada a las organizaciones barriales,
las iglesias, los comedores, las organizaciones territoriales, los comités de
crisis barriales, logramos convertir los datos duros de la epidemiología, lo
apodíctico de las ciencias duras, en datos sensibles, con el calor de la gente
y las instituciones barriales, que empiezan a entender más de lo que les viene
pasando, lo que pueden hacer para que les deje de pasar, trabajando en conjunto
y colectivamente sobre la prevención.
Desde
los centros de poder se estimula una tendencia a pensar la comunicación en
forma instrumental e hipertecnologizada, agigantando el rol de los medios
masivos de comunicación. Preferimos pensar en los procesos de comunicación como
la construcción de relaciones y sentidos entre actores sociales en un contexto
social y cultural, incluso territorial. Durante mucho tiempo se utilizó la
educación para la salud como una herramienta para el control social. Preferimos
poner en práctica otras propuestas de comunicación que interpelan los sentidos
de las relaciones sociales en términos de complejidades. Entonces, la
comunicación será parte de la construcción dinámica de la realidad y dará lugar
a la palabra de grupos y comunidades, planteando problemas y articulando
soluciones. Así entendida, la comunicación aportará a la construcción de un
derecho ciudadano, cumpliendo con el mandato democrático de aumentar la
participación.
El
reconocimiento de actores sociales y culturas, con saberes y discursos
diferenciados, permitirá el encuentro y la comunicación, en tanto podamos poner
a todos ellos en valor y aportar a la construcción de sentido. Los colectivos y
comunidades en que nos movemos son múltiples, y así de complejos serán los
procesos de comunicación. También serán así de imprescindibles para aportar a la
mejora de la salud y las condiciones de vida de todos nosotros.
Muchas
preguntas fueron surgiendo en este nuevo recorrido, en este cambio de lógica en
el proceso de comunicación en el territorio: ¿Qué rol tiene la comunicación de
los datos que generan los mismos efectores? ¿Pueden incidir estos datos en el
cuidado y protección de los diferentes actores sociales a la hora de desempeñar
sus tareas en el territorio? ¿La comunicación de datos epidemiológicos en plena
crisis es útil para desarrollar la planificación local de los equipos
territoriales? ¿La información periódica y constante acompaña la soledad que
genera la función profesional en la pandemia? A muchas de estas preguntas no
tenemos respuesta. Creemos y confiamos en que generar nuevas preguntas sin
responder es nuestro motor para continuar.
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